Desde hace algunos meses, casi el año, he dejado de cuidarme tanto como solía hacerlo antes, lo cual ha repercutido en mi imagen corporal ante el espejo y ante los demás, y la imagen psicológica ante mí mismo. Debo de admitir que, a partir de hoy, oficialmente me declaro todo un marranito. La báscula me escupió 80 kilos en la cara, directo a los ojos, sin avisar, lo cual hasta me nubló la visión durante unos instantes, sin saber qué hacer o qué pensar, así de mala onda. De alimentarme sanamente, tomar bastante agua durante el día, evitar los refrescos y el alcohol, hacer ejercicio 6 veces a la semana por 2 horas mínimo, pasé a las grasosas hamburguesas y a los pastelitos de chocolate, a encerdarme con comida barata, y a la media hora de ejercicio tres veces a la semana, en dos patadas, y todo en nombre de la diversión y el libertinaje. Antes tenía en mente que era importante cuidar de mi imagen y de mi salud, pero ahora me dan ganas de suicidarme recordando lo cuarentón que era pensando cosas de esa magnitud. De cualquier manera, empezaré a cuidarme un poco más haciendo más ejercicio y más continuo tal y como lo hacía antes y me alimentaré de una mejor manera. Ya de pasada trataré de dormir mínimo unas 7 horas al día y de tomar mucha leche, porque dicen que si tomas mucha leche y duermes bien, creces alrededor de unos 5 centímetros más de lo que tu cuerpo habría de poder crecer, así que si crezco más, voy a aparentar ser más delgado. Claro que no puedo dejar la diversión a un lado, así que me propuse a guardar el equilibrio, como todo en la vida. Paciencia y esfuerzo, que Dios los bendiga porque ahí les voy.
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