22 de diciembre de 2011

Instrucciones Adolescentes


Hay un punto en el que el hielo que se encuentra dentro de tu vaso con té salpica tu playera, manchándola con un terrible color café como de sangre seca. Ocurrido esto por haber tomado el recipiente de cierta manera la cual provocó el acontecimiento. Es precisamente ese momento en el que te das cuenta de que debes agarrar o girar el envase de otra forma a la hora de ingerir un sorbo de tu preciada bebida. Ese empirismo coloquial es el que dejan las milésimas de segundo en las que decides frenar o acelerar para evitar un choque; pagar los impuestos; hablarle o no a tu novia; comprar mentolados o suizos. Es la experiencia.

Dieciocho años me tomó para aprender a perdonar a un amigo, ofrecerle un abrazo a mi padre, dedicarle una canción a la mujer que me encanta, ofrendar una medalla a mi familia, coger con condón, decirle que no al alcoholismo, drograrme o no hacerlo.

Dieciocho años de recuerdos, de canciones, de momentos, de viajes, de pérdidas, de encantos. Al final del día terminas por persuadirte a ti mismo de que no estás arrepentido de ninguno de los sucesos. Todo buen desenlace se escribe sin pesadumbre y sin aflicciones, entendiendo por "sinergia" virginidad en los hechos e ingenuidad en las circunstancias, simplemente somos accidentes creando más accidentes.

Después de todo, el mundo siempre ha sido inocente.

Pensar que un hielo me enseñó todo eso.