7 de febrero de 2010

Sé tu propio héroe


Podremos a veces tener un suspicaz miedo, de sentir miedo. Una sensación muy probable de hacernos detener en situaciones de riesgo, situaciones en las que pensar las cosas dos veces no es suficiente, o en situaciones en las que pensamos, ¿Qué dirán? Esta última es a la que yo le tengo un terrible pavor ajeno. El que la gente se detenga por una vagabunda opinión de lo que pensarán las otras personas, es incluso irresponsable. Pero lo que se me hace absurdo es que muchas veces se defienden culpando al destino. Yo no creo en el destino. El único destino al que debemos creer, es a que estamos destinados a morir, e incluso, este depende de ti mismo. Ni siquiera debe de ser algo a lo que temamos, más bien teme vivir. Teme vivir de una manera inconclusa, insatisfactoria, de una manera tardía, en la que no te dé tiempo de expresar y pensar lo que deseas, ni de transmitir un mensaje que le dé esperanza al menos a una persona.


Aristóteles menciona que "La esperanza es un sueño despierto" y junto con la frase de Pitágoras que dice "El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos", yo definiría a esas dos frases juntas como una armonía perfecta. Yo juntaría las dos citas anteriores formando algo así como "La esperanza destruye temores y vuelve inmortal a los hombres" para formar esa armonía perfecta. Como todo lo que hacemos, todo tiene que tener una armonía perfecta, pero no muchas veces la buscamos, y aunque la encontremos no la regimos. Pero la incógnita es ¿Por qué? Por lo difícil que cuesta aceptar la realidad. Aceptar que no siempre se puede hablar en primera persona del singular, sino en primera persona del plural.


Por eso es tiempo de tomar lugar en esta vida llena de errores que provocan el cataclismo de nuestra propia existencia. De volar, de tomar un camino por el cual nadie haya ido jamás, de desaparecer la secuela que se va dejando tras los intentos fallidos. De comprender el mundo y no crear e imaginar uno en el que todo sea perfecto, porque te darás cuenta de que eso haría que no valiera la pena vivir. De amar y respetar a tu Dios sin adularlo por intereses creados. De no perder el tiempo en deseos vagos, ni en pequeñas cosas que hacen que el mundo parezca una caja vacía. De correr sin dirección y sonreír al compañero en decepción, de burlarnos del miedo y de la fuente del mismo color. De entender que necesitamos alas, ya que sin ellas, sucumbiríamos por la ausencia de semillas en nuestra persona. De ganar la carrera de la vida contra nuestro propio destino. Ama la justicia y la sobriedad. Sé distinguido y al mismo tiempo servidor de todos. Sé enemigo de la pereza. Sé sincero en tu entrega. Sé agradecido. Sé perseverante hasta la muerte. Sé sencillo con el recto, y sagaz con el hipócrita. Sé prudente en determinar y diligente en ejecutar. Sé recíproco en tus acciones y en tus pensamientos. Sé constante en lo bondadoso y tenaz en lo peligroso. Sé tu propio héroe.