29 de noviembre de 2009

Un Poema Para el Diablo


En el momento en el que yo muera

Sabré que he vivido

Aunque no por una guerra

Pero sí por haber servido


Cálida mi esperanza quedará

pero frías tus ansias por matar


¿De qué te sirve estar ahí?

Si a mí nunca me vas a destruir

Y en el momento en que vaya a desistir

Será porque Él vendrá por mí


Tú sabes que no confío en ti

Así que déjame de decir

A dónde tengo que ir

Y cómo debo vivir


Nunca me verás huir

Pero siempre de frente hacia ti

Si sabes que no voy a rendir

Entonces, ¿Por qué sigues ahí?


Tú, un valiente desesperado

Yo, un cobarde con la frente en alto

Tú, como siempre, armado

Yo, con el Espíritu de mi lado


Ya deja de estar vagando

Si para lo único que sirves

Es para estar chingando


Dios, ten la misericordia de amar

Para que este ciego sin senda por caminar

Tenga una segunda oportunidad


23 de noviembre de 2009

Una Navidad Diferente


24 de noviembre. En esta fecha yo celebro dos cosas muy importantes para mí. La primera, que es mi cumpleaños, y la otra, que falta exactamente un mes para navidad. Los niños se emocionan al ver juguetes, patines, pelotitas, y todas esas cosas que podrían pedirle a Santa. Cuando un niño en la juguetería sale corriendo detrás de su mamá diciéndole que le va a pedir a Santa "ese juguete", la gente a su alrededor sonríe y ve a un simpático niñito con una risa adorable. ¿Qué piensa un niño verdaderamente acerca de Santa? Todo el mundo te hace creer que los niños deben de portarse bien para que ese gordito bien vestido con gorrito le lleve sus regalos hasta su arbolito de navidad. Los niños siempre se creen esa historia y al final del año hacen todo de la buena manera para que Santa les lleve sus regalos, o al menos para que el ogro no se los coma. Pero, ¿Por qué la mayoría de los adultos , ya no se preocupan en pedirle cosas a Santa?¿De qué se preocupan? El año pasado descubrí el por qué los adultos dejan de creer. Mientras mi sobrinito le escribía la famosa cartita a Santa, me entró la curiosidad de preguntarle qué era lo que le pedía. La respuesta que me dió sinceramente fue inesperada. Me respondió que no le pedía ningún juguete o algo parecido, sólo deseaba saber porqué sus papás ya no pedían nada. Eso yo ya lo sabía, pero dejé que el pequeño obtuviera su respuesta algún día, principalmente para no matar el festejo. Los que dejan de creer en el gordito simplemente es porque él les deja de llevar regalos.



Prefieren "creer" en otro tipo de asuntos que creen más importantes, aunque yo todavía no logro entender ¿Por qúe creer en los políticos corruptos y no en Santa?, ¿Por qúe creer en las mentiras de un ricachón y no en la magia de la navidad? Y creánme que si sigo con las cuestiones no acabo. Para muchos, la fe en el gobierno es igual a la fe ciega religiosa. Yo no confío ciegamente en nadie, ni en empresarios, ni en trabajadores, ni en gobernantes, ni en personas que nos ofrecen resolver nuestros problemas prometiendo prosperidad y todo a cambio de nada. Sinceramente confiaría más en la señorita Panamá. Santa es mucho más que un rellenito vestido de rojo bajando por la chimenea de tu casa. La verdad es que si vieras a una persona bajando por la chimenea, lo primero que harías sería dispararle o hablarle a la policía. Entonces, ¿Quién es Santa? Se dice que era un obispo cristiano un poco gordinflón llamado Nicolás (de ahí viene el San Nicolás por si no sabían), al cuál se le murieron sus padres por una peste cuando era muy joven. Conmovido, le dió sus bienes a los más necesitados y después se ordenó como sacerdote. La leyenda de bajar por la chimenea y dejar los regalos fue porque, este gran sacerdote, en alguna ocasión dejó bolsas con oro en los calcetines de unas muchachas que no se podían casar por falta de recursos. Ya la moda de vestirlo de rojo le sirvió bastante a Coca-Cola. La magia de los ocho renos viene de un poema escrito en 1807 llamado "Una Visita de San Nicolás" y los duendecillos navideños son unos pequeñines muy bondadosos que ayudan a Santa a elaborar los juguetes para los niños buenos y obedientes, y los que no fueran así, tendrían un carbon en lugar de un juguete. Yo creo que la navidad es una tradición de muchas personas, una realidad de pocas y un sueño que solo aquellos con ese espíritu navideño, saben volver realidad. Gracias a Dios, mi familia y yo siempre hemos sido muy unidos, y recuerdo que todas las navidades han sido muy llenadoras. Aquellos 24 de diciembre son inolvidables y todo empieza desde poner el arbolito y llenarlo de curiosas esferas en forma de manzanitas (al menos así son mis esferas) y las decorativas lucecitas, hasta el momento en que tú quieras. Un 24 no diciembre inolvidable, fue al pasar la navidad con mis padres en Comanjilla y cuando eran alrededor de las 12:00 o 1:00 am, se me ocurrió voltear al cielo y vi una estrella fugaz que me llenó de credibilidad al buen gordo. En ese momento yo puedo jurar que no era una estrella fugaz, era Santa que comenzó a repartir los juguetes al mundo. A mí no me engañan. El despertar a las 4 de la mañana y salir corriendo de mi cuarto sólo para ver que regalo me trajo Santa y el qué mis papás se despertaran junto a mí y se contagiaran de esa emoción es, simplemente, inexplicable. Uno de los mejores regalos (materiales) que tuve, y de hecho, sigo teniendo, es un carrito de control remoto y también un costal para entrenar artes marciales, ya que desde pequeño practico éstas, sólo que éste último se acaba de romper hace poco tiempo. Desafortunadamente sólo he visto nevar una vez en mi corta vida y fue cuando vivía en mi natal León, Guanajuato. Creo que tenía como 6 años y me acuerdo que estaba recargado en mi sofá mirando hacia la parte de afuera de mi casa, y comenzé a ver como poco a poco caían unos pequeños copos de nieve y salí corriendo junto con mi papá y con mi mamá. Tenía mucho frío, y aunque creo que mis papás tenían frío y sueño, salieron conmigo y me ayudaron a juntar una bolita de nieve, la cual apenas cupo en mis manos y conservé por un buen tiempo. Créanme que esos momentos nunca se olvidan. Yo todavía espero nunca perder esa inocencia de niño, y en cada navidad despertar y seguir viendo esos regalos debajo de mi arbolito. Por eso en esta navidad no se cierren a un mundo lleno de mentiras y no busquen preguntas sin respuestas, solo disfrútenla y tomen desprevenido a Santa y agárrense de su trineo para poder volar en el mundo de la imaginación indefinida e infinita.